Cerezas en Febrero

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El otro día, a principios de curso, comprando material escolar, me encontré con una madre en la cola para pagar. Me explicaba que su hijo que estaba empezando primero de ESO le estaba costando mucho la adaptación al nuevo ciclo. Le pregunté si era de los pequeños de su curso y me dijo que sí, que era nacido a finales del año.
Me encuentro constantemente familias que sufren porque sus hijos no están preparados para enfrentar una situación escolar concreta por falta de madurez. ¿Tan difícil sería respetar sus procesos?
El paso de infantil a primaria es clave. Deberíamos valorar de forma global cada niño antes de pasarlo a primaria, tal como se hace en las escuelas Waldorf. Además, si en las escuelas infantiles los niños estuvieran mezclados de 3 a 6 años, cuando alguien por falta de madurez se queda en infantil no repite curso, simplemente vive otro año antes de ir a la primaria.
Por más que estimules y presiones a un cerezo, no te dará cerezas en el mes de febrero. Los niños no pueden responder a las demandas de los maestros si no están maduros, la psicología ya lo sabe desde hace tiempo.
En relación a este tema de la madurez hay algo que me indigna especialmente. Es la exigencia a las familias de que los niños que entran en P3 ya no lleven pañales. El hecho de que a un niño de P3, que quizá sólo tiene dos años y medio, no se le cambia si lo necesita porque no es tarea de la maestra. En muchas escuelas la norma es que el niño se queda sucio y mojado, sin pañales (porque están prohibidos en el segundo ciclo de infantil), y tiene que esperar que venga un familiar a solucionar el problema. Para mí esta situación es más que una falta de respeto, es una violencia. A un niño de dos o tres años también se le debe tratar con dignidad.
Sabemos hoy que dejar los pañales tal como lo muestran las investigaciones de la doctora Judith Falk no es un tema de entrenamiento ni de voluntad, es un proceso complejo y un tema de pura madurez a muchos niveles, no sólo fisiológico.
Entiendo que tal como está estructurada la escuela las maestras quizás no tienen condiciones de cambiar los niños pero hay que buscar otras soluciones que no pasen por ser los mismos niños quienes tengan que asumir las consecuencias.
Cuando dejamos de buscar lo que no está y miramos con atención vemos finalmente lo que sí que está: unas preciosas flores. Entre todos tenemos la responsabilidad de humanizar la escuela por el bien de los niños.

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